Abadía de Moreruela
Cerca de Bretocino se encuentran las ruinas del Real Monasterio Cisterciense de Santa María de Moreruela (S. XII). Por la capital importancia e influencia ejercida por esta abadía en lo espiritual y terrestre sobre los pobladores de Bretocino desde sus inicios, es por lo que traemos aquí una breve reseña histórica de dicho monasterio.
“ A principios del siglo XIII Bretocino figura como un lugar en el que los reyes de León disponen de diversas heredades de realengo, bienes que acaban incorporándose al patrimonio del monasterio de Moreruela. Así, en 1214 Alfonso IX notifica a los concejos y alcaldes de Benavente y Villafáfila que donan al cenobio todo lo que tiene de su realengo en las heredades de Bretocino y Villafáfila. Este privilegio sería confirmado por los monarcas posteriores. El interés de la abadía cisterciense por este lugar se explica por la existencia de un importante conjunto de molinos en la ribera de Esla, que se extendían por los términos de Bretó y Bretocino.
En el siglo XIII el monasterio se fue haciendo con diversos derechos sobre la propiedad, a través de la donación o compra de los mismos a particulares. En 1243 un total de diez herederos venden a los monjes la parte que les correspondía en la presa de los molinos de “Peniellas”, en Bretocino. Como consecuencia de esta implantación creciente de la Orden Cisterciense en la localidad, se fundó una granja monástica, similar a otras muchas que poseía el cenobio en sus dominios del norte de Zamora, desde la que se administraba su patrimonio y las rentas propias. Esta granja se documenta al menos desde el año 1222, cuando se entregaba en prestigio al deán de Astorga, don Pedro Suero.” (1)
* 1 Rafael González en colaboración con José Ignacio Martín Benito.
MONASTERIO DE MORERUELA
La abadía de Santa María de Moreruela (Granja de Moreruela), junto al río Esla, se acoge a la nueva observancia cisterciense de Claraval en 1162 y alcanza sus momentos de esplendor en los siglos XII y XIII.
Sus dominios e influencia se extendían por este entorno del Esla y Tierra de campos, Lagunas de Villafáfila, Sierra de la Culebra, alta Sanabria, llegando hasta Toro, Salamanca y Braganza.
Esta abadía pasó por diversas crisis propias de los tiempos e inestabilidades de su época, pero recuperó nuevamente su auge y prosperidad a mediados del siglo XVI y siglo XVIII.
Con la invasión napoleónica 1808 y 1809 fue ocupado el cenobio por tropas francesas durante la Guerra de la Independencia, que junto a las desamortizaciones posteriores 1809 y 1820 se inicia el declive de la Orden, que definitivamente llegaría a su fin con la desamortización de Mendizábal en 1835.
Con la invasión napoleónica 1808 y 1809 fue ocupado el cenobio por tropas francesas durante la Guerra de la Independencia, que junto a las desamortizaciones posteriores 1809 y 1820 se inicia el declive de la Orden, que definitivamente llegaría a su fin con la desamortización de Mendizábal en 1835.
Este conjunto monumental data la fábrica de su iglesia en 1162, conservándose entre ruinas la girola y siete capillas con sus ábsides, y en la parte conventual alguna dependencia como la sala capitular,
sala de monjes y la grandiosidad de lo que fuera un día esta importante e influyente abadía en la España medieval.
La abadía cisterciense llevada 180 años, desde que abandonados a abandonar sus celdas casa y convento los monjes cistercienses por motivos políticos de la época, pasó la propiedad a manos particulares, destinándose a establos y graneros sus dependencias. Se inició así el saqueo de todo, piedra a piedra fue desapareciendo toda su magnificencia acumulada de siglos hasta llegar a la ruina y desolación presente.
En 1994 la Junta de Castilla y León adquiere la propiedad del conjunto abacial, iniciando actuaciones puntuales para la conservación y restauración monumental y mantenimiento del entorno, dotando también un Centro de Interpretación del Monasterio del Cister en Granja de Moreruela, impidiendo con estas actuaciones su total desaparición.
Texto y fotos de Francisco Gallego.
Ruinas conventuales y de la iglesia
Sala de monjes
Presbiterio, columnas y girola.
El Priorato del Hoyo
Interior del claustro
En las inmediaciones
de Bretocino , pero en la otra orilla del río y en el término de Bretó, hacia el Sur, se encontra un conjunto importante de edificaciones que pertenecieron a la abadía del Monasterio de Moreruela cercano a este lugar, como eran: aceñas, pesquerías, pasos de barca, y el convento o Priorato del Hoyo, todo esto, más las posesiones del Monasterio de Moreruela en Bretocino y Bretó, tierras de labor, aceñas, barcas, cañales y rebaños de ganados, lo administraba y gobernaba un Prior. Bajo su obediencia vivían un pequeño grupo de religiosos, algunos convalecientes y enfermos, pues se consideraba una casa de salud, por sus aires saludables y emplazamiento privilegiado, dominando el curso del Esla, los montes de jara y encinares, las vegas y la exuberante vegetación de ribera. También convivían en la casa los conversos o legos, que se dedicaban a las tareas agrícolas e industriales, necesarias para el funcionamiento de sus bienes y propiedades en esta zona, ésta comunidad, no estaba obligada a la rígida observancia regular monacal y cisterciense que se cumplía en la abadía. Todo este conjunto hoy está en ruinas , pero se puede visitar, e imaginar cómo sería esta Casa del Hoyo en sus días de actividad. DGF
Ala Norte del convento
Escudos abaciales sobre la puerta de entrada
Claustro central arqueado
Acceso al claustro
Ruinas de la cara Sur
Claustro
Aceña restaurada
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La Central Hidroeléctrica
A solo unos metros del Priorato del Hoyo, en el río Esla, se construyó a comienzo del siglo XX, la casa de la luz , un edificio con esclusas y compuertas que conducían la corriente de agua hacia las turbinas del interior, para el aprovechamiento eléctrico. del rio.
Una presa situada en medio del río aguas arriba, frente a Bretocino, envía una manga de río hacia la margen izquierda hasta llegar a la central eléctrica.
Aquella central primera, surtía de energía a Benavente, sus industrias y poblaciones limítrofes durante el medio siglo.
Abandonada y sin utilidad a lo largo de los años desapareció como tal, pero en su lugar se ha construido la actual y moderna central.
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El Puente Quintos
Puente Quintos o Puente del Duque de Sotomayor .
Aguas abajo de Bretocino en el cañón del río Esla existe un paraje de gran belleza natural, “El Puente Quintos”, entre laderas rocosas pobladas de encinas, y praderas a la orilla del río donde se celebran fiestas y cultos en torno a una humilde capillita o ermita, junto al esbelto y magnífico viaducto.
Este ya centenario puente se construyó en los primeros años del pasado siglo XX por el Duque de Sotomayor, para comunicar las dehesas que poseía en ambas riberas del Esla, siendo vía de comunicación y utilidad pública entre los habitantes de las tierras de Tábara, Valle Valverde. , y Tierra de Campos desde su construcción.
Allí celebran dos romerías los habitantes de Bretó y Granja de Moreruela, en la ermita dedicada a la Virgen de los Montes Negros: un el lunes de la octava de pascua, y la otra el 25 de abril, fiesta de San Marcos.
Texto y fotos: Francisco Gallego Dueñas
E LOGIO DEL TURISMO DESDE BRETOCINO
VIAJAR, NAVEGAR, HACER TURISMO,
RECORRER CON LOS OJOS BIEN ABIERTOS,
Mercado Artesanal Fotos
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Libros
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D. Lázaro Domínguez Gallego.
SALUDAR AL PLANETA DESDE EL AIRE,
VER LA TIERRA EN PARCELAS DE COLORES,
¡QUE GOZO TAN MAGNÍFICO Y TAN GRANDE!
CONOCER SOBRE RUEDAS EL ENCANTO
DEL MUNDO EN QUE VIVIMOS, TAN HERMOSO,
TAN VARIADO, TAN LLENO DE SORPRESAS,
TAN MÁGICO, TAN PULCRO Y ARMONIOSO.
RECORRER CON LOS OJOS BIEN ABIERTOS,
EN AUTOCARAVANA INIGUALABLES,
EL BELLO PANORAMA DE LA ESFERA,
¡QUE PLACER MÁS SUBLIME Y AGRADABLE!
Y LLEGAR HASTA AQUÍ, HASTA BRETOCINO,
EMPORIO DE BELLEZA CASTELLANA,
FLOR ABIERTA DE PAZ MARAVILLOSA,
ESTACIÓN DE REPOSO Y DULCE CALMA.
Y MÁS, Y MUCHO MÁS, PORQUE ESTE PUEBLO
OFRECE A LOS TURISTAS UN PAISAJE
DONDE EL AGUA DEL ESLA ALZA SU CANTO
CON MELÓDICA MÚSICA VIBRANTE.
AQUÍ TENEMOS RÍO Y UNA VEGA
DONDE EL VERDOR REZUMA LOZANÍA,
Y DONDE EL OJO DEL TURISTA QUEDA
EMBRIAGADO DE ASOMBRO Y ALEGRIA.
Y MÁS, Y MUCHO MÁS, AQUÍ TENEMOS
EL TESORO MÁS RICO DE SU HISTORIA:
UN PAN QUE ES LA DELICIA DEL MORDISCO
Y UN VINO QUE ES LA CUMBRE DE LA GLORIA.
¿Y QUE DECIR
DEL CAMPO Y DE ESTAS FINCAS
DONDE EL SOL
SE PASEA CON ORGULLO,
MIRANDO DE
SOSLAYO LOS MANZANOS
CON SUS
FRUTOS SABROSOS Y MADUROS?
¿Y QUÉ DE
LOS TRIGALES Y VIÑEDOS,
QUE AL
VIENTO CABECEAN DULCEMENTE,
COMO UNA
PROFECÍA DE ESPERANZA,
BAJO EL RAYO
DE UN SOL RESPLANDECIENTE?
VENIR A
BRETOCINO ES ADENTRARSE
EN LA GRATA
Y SERENA MELODÍA
DEL SOSIEGO
Y LA PAZ, VALORES PROPIOS
DE LOS
PUEBLOS HERMOSOS DE CASTILLA.
Y CERCA ESTÁ
ZAMORA, ENCANTO VIVO
DEL ROMÁNICO
PURO, INIMITABLE,
CON SU DUERO
DE FRESCA ESPUMA
Y SU SEMANA
SANTA IMPRESIONANTE.
Y AQUÍ, A UN
TIRO DE PIEDRA, BENAVENTE,
BALCÓN A UN
HORIZONTE ALUCINANTE
DE VERDORES,
COMO UNA EPIFANÍA
DE ESMERALDAS
PRECIOSAS Y RADIANTES.
Y MUY CERCA
TAMBIÉN, DE CARA AL DUERO,
LA CAPITAL
MONUMENTAL DEL VINO,
LA CIUDAD
DEL TOTÉMICO VERRACO,
TORO, EN
HISTORIA Y EN BLASONES RICO.
Y HACIA EL
NORTE, UNA PERLA DE AGUA DULCE,
EL LAGO DE
SANABRIA, LUGAR PLENO
DE FRESCURA
Y TURISMO VARIOPINTO,
PARA
EXPANSIÓN ROMÁNTICA DEL CUERPO.
MARAVILLOSOS
SITIOS PINTORESCOS
ALREDEDOR
AQUÍ DE BRETOCINO,
PARA QUE EL
AUGE DEL PLACER AUMENTE
Y SE ELEVE
EL MERCURIO DEL TURISMO.
¡UN VIVA,
ALTÍSIMO Y SONORO
A TODO TIPO
DE VIAJE SANO,
Y COMO ES
NATURAL EN ESTE INSTANTE,
A LOS QUE
AQUÍ CON GOZO HABEIS LLEGADO.!
Lázaro Domínguez Gallego. Ferrol, junio 2013
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Libros
Sor Isabel de la Trinidad, religiosa de la Orden Franciscanas-Clarisas del monasterio de Santa Isabel de Valladolid, es natural de Bretocino, donde vivió y pasó los años de su niñez y juventud.
Sintió la llamada del Señor, y entró en la Orden Seráfica, recibió el hábito franciscano en el noviciado del monasterio de Santa Clara en Soria.
Terminado el noviciado, hace la profesión solemne en 1972, en el monasterio de Santa Isabel de la capital vallisoletana donde reside.
La vida religiosa contemplativa acepta la máxima monástica benedictina, “Ora et labora”. Reza y trabaja. De esta forma, las religiosas, día a día santifican su trabajo con la oración constante, y atienden otros menesteres, como elaborar dulces, bordar tejidos cuidar enfermos, amén de cultivarse en el estudio, las artes, la música y manualidades. Las religiosas en sus monasterios, son la reserva espiritual de la iglesia y de la sociedad, con su vida consagrada a Cristo, caminan por el camino de la perfección cristiana.
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Sor Isabel de la Trinidad es la autora de estos dos libros:
“Meditar con el arte” y “Dulces y postres de las monjas”.
Meditar con el arte. Pretende dar testimonio de la vida sencilla cautivada por la belleza de Dios. En el libro se reflexiona sobre las principales obras de arte de la historia de la pintura, de temas tanto religiosos como profanos. Recorre diversas obras de arte, y en sus textos la religiosa hace una reflexión sobre la vida y los valores de la misma.
Se incluyen también en el libro algunas imágenes de las principales esculturas que guarda ese monasterio, como una talla de San Francisco de Asís, de Juan de Juni.
Dulces y postres de las monjas. En este volumen se reúnen las mejores recetas conventuales para fiestas y celebraciones, 175 recetas que forman parte de la tradición repostera del Monasterio de las Madres Franciscanas-Clarisas de Santa Isabel de Valladolid.
Con una impresión primorosa y sugerentes fotografías de los dulces y los postres, la obra, que consta de 223 páginas, es un placer y un lujo tenerla entre las manos.
Sor Isabel presenta cada receta con los ingredientes y cantidades precisas y las instrucciones para su preparación, y al lado acompaña una estampa o fotografía de variados temas, junto a una oración, reflexión o meditación, todo ello escrito con claridad y sencillez.
Los dos volúmenes han sido editados por Styria de Ediciones y Publicaciones SL de Barcelona.
Sacerdote, poeta y escritor
D. Lázaro Domínguez Gallego , nacido en Zamora (12 de diciembre de 1936), es oriundo de Bretocino , de donde eran sus padres, Lázaro y Genoveva. Cursó estudios de latín y humanidades en el seminario San Atilano de Zamora, completando la carrera eclesiástica en Mondoñedo (Lugo).
Desde agosto de 1959 reside en Ferrol como coadjutor de la parroquia del Pilar, y donde ha ejercido diversos ministerios pastorales, simultaneándolos con la docencia como profesor del Instituto “Concepción Arenal” de Ferrol, y capellán de las Religiosas Mercedarias.
Pero por lo que más destaca y es conocido universalmente, es por su faceta de poeta y escritor. Aunque de temática variada, es sin duda la poesía religiosa la que domina en grado excelente, pero también canta a la alegría y esperanza, a la trascendencia del hombre, a la vida, al amor en la realidad de este mundo.
Ha sido galardonado en 241 certámenes literarios por la calidad y profundidad de sus poemas, que le brotan de la inspiración mística que llena su intelecto.
En fechas recientes ha recogido el primer premio con la obra “Melilla en Navidad” que convoca esta ciudad autónoma.
Son varios los libros publicados por nuestro paisano D. Lázaro, valgan de ejemplo algunos de los títulos que abajo se exponen. Escribió Raquel (libro juvenil de divulgación religiosa); Sombra larga (poemario); Con los ojos bañados de gaviotas (poemario); Junto a la cuna de la muerte (poesía) y La resurrección de las presencias (antología poética editada por la Fundación Cultural "Rutas del Románico" de Pontevedra). Escribe también artículos de opinión en los periódicos El Ideal Gallego y en Diario de Ferrol.
Novedad Editorial 2017. Credo Ediciones acaba de publicar dos nuevas obras literarias del escritor y poeta Lázaro Domínguez. “Un naggar de sangre azul”, y “El diablo llama a la puerta.
Novedad Editorial 2017. Credo Ediciones acaba de publicar dos nuevas obras literarias del escritor y poeta Lázaro Domínguez. “Un naggar de sangre azul”, y “El diablo llama a la puerta.
Otros datos de interés: Consiguió el primer premio de narración breve "Pérez Galdós", el premio nacional de cuentos "Ateneo de Sevilla" y el premio de cuentos del Ayuntamiento de Carreño-Asturias. En poesía, consiguió los premios "Alfonso Camín" (Gijón, 1978), "Ausías March" (Gandía, 1982), "Paco Moyá" (Petrel-Alicante, 1992), "Carabela de Plata" (Barcelona, 1980), "Nacional Jerez", "Amantes de Teruel", "Gerardo Diego" (Madrid), "Eladio Cabañero" (Tomelloso), "Francisco de Quevedo" (Villanueva de los Infantes), Segundo Premio de poesía sobre la Navidad, Begonte (2009)...etc.. etc---. Y así hasta esos 241 premios cosechados.
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UNA BREVE HISTORIA DE BRETOCINO
Rafael González Rodríguez
"POCO CACHO Y MAL CAMINO"
En el año 2006 el Centro de Estudios Benaventanos "Ledo del Pozo"
publicó en su revista “BRIGECIO” nº. 16, pág. 41, un estudio hecho
por los profesores, Rafael González Rodríguez y José Ignacio Martín
Benito, con el siguiente título, “Notas históricas para la propuesta de
escudo y bandera de Bretocino (Zamora),
Ofrecemos un extracto de dicho estudio.
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El lugar de Bretocino se encuentra situado en un altozano sobre la margen derecha del río Esla, muy próximo a su confluencia con el Tera, a 717 m. sobre el nivel del mar. A partir de aquí, el río comienza a encajarse en el basamento paleozoico, transcurriendo prácticamente así hasta su desembocadura en el Duero y dejando en sus márgenes, en algunos tramos, varios niveles de terraza. Su término municipal linda al norte con el de Olmillos de Valverde y Milles de la Polvorosa, al este con el de Bretó y al sur con el de Faramontanos de Tábara.
Con independencia de otras ocupaciones prehistóricas posteriores, el territorio cobró notoriedad en época romana, al estar próximo a Pretorium (identificado historiográficamente con Bretó), una de las mansiones de la calzada de Mérida a Astorga, conocida posteriormente como Vía de la Plata. Precisamente, de esta época se documentan varios yacimientos arqueológicos. En “Las Nogales” se han recogido diversos molinos de mano circulares y “ladrillos redondos”. En “Los Collados”, en la parte derecha de la carretera que desde Bretocino conduce a Olmillos de Valverde, se han hallado tégulas de “tipo decadente”, en palabras de Virgilio Sevillano.
Centrándonos en épocas más recientes, en las que existe ya un registro documental, el origen del actual núcleo de población remite al proceso de colonización altomedieval. En las fuentes hay referencias a topónimos como Breto, Bretelo, Breto Mayor y Breto Menor, que ponen de manifiesto la vinculación tradicional de ambas localidades, a pesar de la separación física que podía suponer el río Esla. No obstante, esta circunstancia quedaba solventada, quizás, por la existencia de un vado en el cauce, utilizado desde tiempo inmemorial, como paso de ganados y personas. La sabiduría popular ha perpetuado las dificultades de comunicación entre las dos localidades hermanas con el célebre dicho: "De Bretó a Bretocino, poco cacho y mal camino".
En 951 se menciona en un documento del monasterio de Sahagún la vía “de Breto que vadit a Morerola”. Una de las primeras menciones a ambas localidades la encontramos en el fuero otorgado por Alfonso VII en 1129 a la villa de Castrotorafe, en el que se incluyen a Breto y Bretelo como límites del alfoz del nuevo concejo. La División de Wamba, documento apócrifo de finales del siglo XI o principios del siglo XII, señala a Bretó como uno de los límites de la diócesis de Zamora. Según la versión que ofrece la Crónica de Alfonso X El Sabio: “Ell obispado de Numancia, esta es Çamora, tenga por Penna Gusendo fasta Tormes o son los bannos de Val de Rey que yazen sobrel, et dalli fasta en Duero, e de Villalal fasta Oter de Fumus assi como ua acerca de Rio Seco fasta Breto, e de Tauara fasta en Duero”.
A principios del siglo XIII Bretocino figura como un lugar en el que los reyes de León disponen de diversas heredades de realengo, bienes que acaban incorporándose al patrimonio del monasterio de Moreruela. Así, en 1214 Alfonso IX notifica a los concejos y alcaldes de Benavente y Villafáfila que dona al cenobio todo lo que tiene de su realengo en las heredades de Bretocino y Villafáfila. Este privilegio sería confirmado por los monarcas posteriores. El interés de la abadía cisterciense por este lugar se explica por la existencia de un importante conjunto de molinos en la ribera de Esla, que se extendían por los términos de Bretó y Bretocino.
En el siglo XIII el monasterio se fue haciendo con diversos derechos sobre la propiedad, a través de la compra o donación de los mismos a particulares. En 1243 un total de diez herederos venden a los monjes la parte que les correspondía en la presa de los molinos de “Peniellas”, en Bretocino. Como consecuencia de esta implantación creciente de la Orden Cisterciense en la localidad, se estableció una granja monástica, similar a otras muchas que poseía el cenobio en sus dominios del norte de Zamora, desde la que se administraba su patrimonio y las rentas inherentes. Esta granja se documenta al menos desde el año 1222, cuando se entregaba en prestimonio al deán de Astorga, don Pedro Suero.
Desde el punto de vista administrativo, Bretocino fue en la Edad Media una aldea perteneciente al alfoz del Concejo de Benavente, integrada en la Merindad de Riba de Tera, como consta, por ejemplo, en el libro de actas del concejo de 1434. Un año antes, se estableció su contribución al Pedido Real, que se fi jó en la cantidad de 980 mrs. Esta cantidad supone una de las más importantes satisfechas por los vecinos de las aldeas de la citada merindad, tan sólo por debajo de los lugares de Santa Croya y Melgar, lo cual nos da una idea de su pujanza demográfica y económica en el contexto del alfoz benaventano.
En 1398 se crea el Condado de Benavente, a través de la donación que hace el rey Enrique III al noble portugués don Juan Alfonso Pimentel. De esta forma, Bretocino queda integrado dentro de los dominios del señorío. Durante el siglo XV, la barca sobre el Esla se va a convertir en motivo de disputa frecuente entre el monasterio de Moreruela y el concejo de Benavente. La existencia de barcas en manos privadas constituía, sin duda, una amenaza constante a la explotación de los derechos de paso del principal puente concejil de la comarca: el puente de Castrogonzalo. Además, al ser este un puente que exigía considerables recursos, dadas sus continuas reconstrucciones y reparaciones, las autoridades municipales no se podía permitir el lujo de soportar la competencia de estas embarcaciones extraconcejiles.
La barca de Bretocino tenía un interés particular para el monasterio pues, como ya se indicó anteriormente, en sus inmediaciones se encontraban un conjunto importante de molinos, pesquerías y el Priorato del Hoyo. En el siglo XIV ya hay constancia de la existencia de una barca en este lugar, que debía controlar el monasterio, aunque las heredades de su propiedad fueron entregadas en prestimonio al obispo de Astorga.
En 1434 el capítulo celebrado por los monjes en su monasterio aprobaba el trueque de las heredades que tenía dicho convento en Ferreras de Yuso, Manzanal, Cional, Folgoso, Nuez y las dehesas de Santa Cruz, a cambio de 15.000 mrs. de juro, de los 26.000 mrs. que tenía el conde de Benavente, situados en la alcabala del vino de Zamora y en la barca de Bretocino. Pocos días después, el conde Rodrigo Alfonso Pimentel otorgaba licencia al Concejo de Benavente para que entregara al monasterio de Moreruela la barca de Bretocino, prohibiendo a dicho concejo poner otras embarcaciones desde el término de Milles hasta el canal de la presa del Carrizal. Así mismo, permitía a los vasallos del conde ir a moler a las aceñas del Hoyo, pastar con sus animales, cortar hierba, sacar piedra de la cantera para reparar las aceñas y la pesquera y, por último, vender libremente el pescado obtenido.
Durante el siglo XVI, Bretocino continúa siendo un lugar de paso obligado, en el camino que conducía de Villafáfila a Benavente, tal y como revela Hernando de Colón en su “Cosmografía de España” (1517-1519): Villafafila es en tierra de campos e es villa de quinientos vecinos e esta en llano e tiene unas salinas e es de leña pobre e es de don Pedro Pimentel e fasta Benavente ay cuatro leguas e van por Brete dos leguas e media e por bretoçino media legua".
Como aldea del alfoz benaventano, Bretocino debía contribuir también en aquéllas obras de interés general para la comunidad. Una de ellas era la reparación de las murallas de Benavente. Trabajos que consistían en levantar tapiales en los sectores de la cerca que se encontraban en mal estado o se habían derruido. Así en 1655, dentro del contexto de la guerra con Portugal, que acabará a la postre con la independencia del país vecino en 1668, tuvo lugar una prestación de trabajo de todas las aldeas y lugares del concejo. A cada una de ellas se le asignó un sector de la muralla. En concreto, a nuestra localidad le correspondieron: “seis tapias a los dos marcos y rrecivimentos de la cantería que ssale a la Puerta de Santa Cruz a mano izquierda”.
Este documento tiene su interés, además, porque en esta ocasión Bretocino figura incluido dentro de la Merindad de Valverde, y no en la Merindad de Tera, como constaba en los repartimientos del siglo XV. En esta misma Merindad de Valverde continuaría en el siglo XVIII, como consta en la relación de lugares y aldeas que ofrece Berdum de Espinosa, en su obra “Derechos de los Condes de Benavente a la grandeza de primera clase”, publicada en Madrid en 1753, fol. 54.
Durante el siglo XIX varios diccionarios geográficos e históricos ofrecen estampas de las diversas localidades españolas. Sebastián Miñano y Bedoya en su “Diccionario Geográfico- Estadístico de España y Portugal”, a propósito de Bretocino recoge lo siguiente:
"Bretocino, L.S. de Esp., provincia de Valladolid, part. De Benavente, obisp. De Astorga. A.P., 58 vec., 232 habitantes, 1 parr., 1 pósito. Sit. en colinas suaves que dominan una vega, bañada por el río Esla, junto a su confl uencia con el Tera. Produce trigo, centeno y legumbres. Cont. 949 rs. 8 mrs. Derec. enag. 544 rs."
Por su parte, Pascual Madoz, en su conocido Diccionario, ofrece una interesante descripción de la situación de nuestra localidad a mediados del siglo XIX:
"Bretocino. Localidad con ayuntamiento en la provincia de Zamora (9 leguas) partido judicial de BENAVENTE (1 1/2), diócesis de Astorga (11), audiencia territorial y capitanía general de Valladolid (16): situado en un llano a 100 pasos del río Órbigo, con libre ventilación y clima sano. Tiene 42 casas de un sólo piso, muy reducidas y poco aseadas con su corral delantero cada una de ellas; iglesia parroquial (San Pablo), servida por un cura, contiguo a la cual está el cementerio y dos fuentes de agua perenne; pero sin uso. Confina Norte Olmillos, Este Bretó, Sur la dehesa llamada Las Mangas, y Oeste Friera, todos a 1/2 hora de distancia. El terreno es de buena calidad y todo llano. A 200 pasos al sur del pueblo, se encuentra la indicada dehesa de Las Mangas, propiedad del conde de Benavente".
Para las primeras décadas del siglo XX contamos
con la información que proporciona entre otros Felipe Olmedo y Rodríguez en: La
Provincia de Zamora. Guía geográfica, histórica y estadística de la
misma, publicada en Valladolid en 1905. Sobre nuestra localidad aporta la
siguiente entrada:
Le constituyen 178 edificios
(casi todos con corral delantero) y 405 habitantes (216 varones y 189 hembras
de los cuales saben leer y escribir 110 varones y 28 hembras.
Cruzan su término el camino de
la barca de Bretó a Olmillos: otro de dicha barca a Faramontanos: el de este
pueblo a Olmillos y otro a Santa Eulalia de Tábara.
Recibe y expide la
correspondencia por medio de peatón de Benavente.
Pertenece a la diócesis de
Astorga y tiene una sola parroquia.
Una escuela mixta dotada con 375
pesetas atiende a la instrucción primaria.
El presupuesto municipal es de
2.153,37 pesetas, de las que 1.111,12 se recaudan por bienes de propios, 15 por impuestos, 249,60 por ingresos
extraordinarios y el resto por reparto vecinal.
Su terreno es de buena calidad y
llano excepto una pequeña sierra llamada Monte Jaral.
Si el pueblo dispusiera de un
puente sobre el Tera, pues no tiene ninguno en una distancia de 40 kilómetros,
y se derivase un pequeño canal del mismo río desde el término de Olmillos, se
vería cambiar en poco tiempo la faz del país.
Se halla situado en una llanura
a 100 metros del Órbigo (sic), disfrutando de buena ventilación y sano clima”.
Durante el
siglo XX, uno de los aspectos que siguen marcando la vida económica y social de
la localidad es el tránsito fluvial y todo lo relacionado con él.
Las
comunicaciones, siempre difíciles, utilizaban como medio de transporte
fundamentalmente un conjunto de barcas que proporcionaban acceso a los
principales núcleos de población, destacando entre ellos lógicamente,
Benavente. La principal era la situada sobre el Esla uniendo Bretó y Bretocino.
Sus últimos barqueros fueron Enrique Domínguez, y su hijo Claudino Domínguez.
La barca daba acceso al camino hacia la estación de ferrocarril que estaba en
Santovenia. El puerto se encontraba río arriba de la presa en forma de V que
distribuía el agua a los molinos (aceñas) del Hoyo y de Bretocino.
Por
otra parte, el camino hacia Benavente por el Tera siempre presentaba más
dificultades: para el paso del río se utilizaba otra barca que daba acceso a
Milles y Arcos de la Polvorosa. Ésta fue conocida como la “Barca del Tío
Felipe”. Era un dispositivo que utilizaba el sistema del cable para su
desplazamiento. Por el contrario, la embarcación que cruzaba el Esla, debido a
la anchura del cauce, no permitía usar este sistema. Para mover la balsa se
utilizaban unos varales con el extremo de metal. Continuando el camino hacia
Benavente se tomaba una nueva barca en La Ventosa, para sortear el río Órbigo.
Estas
embarcaciones, de las que hay algunos testimonios gráficos, eran de tamaño
considerable y estructura rectangular. Podían admitir entre 10 y 15 viajeros, y
unas 7 u 8 caballerías. También existían otras barcas más pequeñas, con una
capacidad aproximada de 4 o 5 pasajeros. Eran conocidas en la comarca como
“chalupas” o “lanchas”. Junto al río existía el puerto de embarque y un “chozo”
de barro con su cúpula de adobe, donde el barquero del Tera esperaba a sus
clientes para que pudieran regresar al pueblo. Esta barca no se usaba a diario,
solamente los días de más movimiento de personas como los jueves, coincidiendo
con el mercado de Benavente.
Al
menos, durante la pasada centuria y en el tiempo en que su uso estuvo vigente,
las barcas de Bretocino eran de explotación y beneficio particular, no
constando su arrendamiento por parte del municipio, tampoco consta que una
parte del barcaje fuera a parar a otras personas o instituciones. La barca del
Tera se explotaba en régimen de “iguala”: los usuarios pagaban
anualmente una cantidad en especie, fundamentalmente en trigo, que les permitía
hacer uso del transporte de forma discrecional.
Algunos vecinos recuerdan cómo después de la Guerra Civil, durante los
años del “estraperlo”, llegó a haber unas 15 barcas. Pertenecían a diversos
vecinos que se dedicaban además a la pesca de forma furtiva. El pescado
obtenido era vendido en los valles del Éria y Vidriales, hasta que la Guardia
Civil descubrió el hecho y les fueron confiscadas las embarcaciones. La pesca,
muy abundante en los ríos en aquellos tiempos, se convirtió en un socorrido
complemento de las frágiles economías familiares, hasta el punto que el pescado
se utilizaba como engorde de los animales.
Desde el punto de vista eclesiástico, Bretocino
y su término municipal han estado siempre integrados en la diócesis de Astorga.
La localidad cuenta con una única parroquia, dedicada a la Conversión de San
Pablo, cuya festividad se celebra el 25 de enero. Existió también, al
menos una ermita, bajo la advocación de San Juan
Bautista, también conocida como del Palomar, situada en un pago que ahora ha
sido incorporado en el casco urbano. De este lugar debe ser una imagen del
Bautista existente en la iglesia parroquial.
En
cuanto a la iglesia parroquial, se eleva sobre el promontorio en el que se
asienta la población, con un atrio situado al mediodía, que mira al Esla y a
Bretó. Adosado al lienzo norte del templo está el cementerio viejo.
El
acceso al campanario es exterior, La construcción es de fábrica de mampuesto de
cuarcita. La entrada al templo se hace por un arco de medio punto, de sillería.
El interior es de una sola nave, con capilla añadida al mediodía y tribuna a los
pies. El presbiterio se cubre con armadura ochavada, de tradición mudéjar,
construida probablemente en el siglo XVI, al igual que la entrada y el arco de
piedra que le separe de la nave.
El
retablo mayor es barroco del siglo XVIII: va dorado y es de tres calles. La
central con dos hornacinas: en la superior se aloja una imagen de bulto que
representa la conversión de Saulo, al caerse del caballo, con la espada en la
mano que será del siglo XVII, el mueble aloja también una talla de San Juan
Bautista, ataviado con la piel de camello.
Otro
retablito guarda la iglesia en el muro norte de la nave, en cuya base va
pintada la siguiente inscripción: “DOROSE ESTE RETABLO SIENDO CURA EL SR. D.
TOMÁS GONZALÉS EL AÑO 1786”. En la hornacina se aloja una imagen de la Virgen
del Rosario, con alma de madera. Según información oral, otro retablo similar
fue vendido en época reciente.
El
templo custodia dos crucifijos: uno más pequeño que se halla en el presbiterio,
es una buena talla del siglo XVI: el otro, repintado, se sitúa en un camarín en
la capilla aneja y parece ser también de la misma centuria. Buena pila
bautismal en piedra del siglo XVI. La iglesia guarda algunas imágenes de escayola,
que quizá sustituyeron a otras antiguas, que efigian a San Marcos, San Antón, San Isidro y San José.
En
cuanto a las fiestas locales las más importantes eran la de la Conversión de
San Pablo, el 25 de enero y la Fiesta Sacramental, en septiembre. Existieron en
la parroquia al menos dos cofradías destacables: una denominada de las Ánimas,
que tenía por principal misión la atención y las misas a los cofrades difuntos,
y otra, la de la Inmaculada.
* Este texto fue escrito por Rafael González Rodríguez en colaboración con José Ignacio Martín Benito. Forma parte, con algunas variantes, de la reseña histórica presentada para la propuesta de escudo y bandera de Bretocino. Rafael González Rodríguez
Más Vale Volando
Benavente (1964). Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca y Profesor de Historia en el I.E.S. Fernando de Rojas de Salamanca. Es autor de diversos libros y artículos sobre Historia Medieval, con especial atención a los territorios del norte de Zamora. Colabora habitualmente en el Blog: "La otra voz de Benavente". Es miembro y presidente de la Junta Directiva del Centro de Estudios Benaventanos "Ledo del Pozo". Email: rafamefecit@eresmas.com
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José Ignacio Martín Benito
Conferencia de José
Ignacio Martín Benito sobre “Barcas y barqueros en los Valles de Benavente”
El pasado 27 de noviembre de 2013, en el
salón de actos de Caja España, el profesor D. José Ignacio Martín Benito
pronunció la conferencia titulada: “Barcas y barqueros en los Valles de
Benavente”. La actividad estaba enmarcada en las Jornadas de Historia y
Etnografía organizadas por el Centro de Estudios Benaventanos «Ledo del Pozo».
Para cruzar los ríos en cualquier época
del año se recurrió a soluciones técnicas, como la construcción de pasos fijos
(puentes) o móviles (barcas). La escasez de puentes en la comarca de los Valles
de Benavente contribuyó al establecimiento de pasos móviles: las barcas. Barcas
de paso las hubo en todos los ríos zamoranos: Tera, Órbigo, Esla, Aliste,
Tormes y Duero. La ausencia de puentes hizo que proliferaran sobre todo a lo
largo de los cursos Esla y Tera, pero también en el curso bajo del río Órbigo.
Las embarcaciones que se han deslizado
por el lecho de los ríos han respondido a funciones diferentes:
Barcas de paso o pasaje
Barcas de acceso a molinos o cañales
Barcas de pescadores
Barcas de recreo
El barcaje. El paso de los ríos a través de barcas, tanto por viajeros como por
ganado, conllevaba la satisfacción de un tributo: el barcaje. A finales del
siglo XV en las embarcaciones del concejo benaventano se cobraba un maravedí
por persona, fuera o no acompañado de bestia de carga.
El puerto. Era el lugar de embarque, donde atracaba la barca. Contaba, además, con
otros servicios auxiliares, como casas o, incluso, mesones. Sin duda, el
elemento principal era el embarcadero, que servía tanto de lugar de amarre como
de acceso al transporte
Construcción y reparación de las barcas.
Las barcas se solían construir en el mismo puerto. Se empleaba, por lo general,
madera de pino de Soria. En el siglo XVIII la construcción de una nueva barca
rondaba los 4.000 reales. Tenía lugar cada cuatro o cinco años. Al coste de los
materiales, madera, clavazón, pez, sebo, estopas para el calafateado, barras..,
había que añadir el trabajo del maestro carpintero. Se reparaba y calafateaba
todos los años.
Dimensión y capacidad. Barcas las había
de varios tamaños, atendiendo a su función y, por tanto, capacidad. La
capacidad se medía en el número de personas, carros o caballerías que pudieran
transportar. En 1826 las que navegaban el Esla en Barcial y en Misleo-Moreruela, tenían
una capacidad para 50 personas. Las de San Vicente y San Pedro de la Nave
podían albergar 40 pasajeros. En el Tera, la de Villar de Farfón, a comienzos
del siglo XX podía llevar 50 personas, siete caballerías o dos. Una de las
barcas grandes fue la de Villafer, en el Esla, propiedad del concejo de
Benavente. El anuncio de la subasta en 1860 informaba que medía "52 pies de
latitud y 22 de ancho con capacidad para 16 caballerías y 3 carros sin
vuelo" Otras eran más pequeñas. La que navegó en el Esla en
Villanueva de Azoague entre 1939 a 1947/48, tenía capacidad para un carro de
vacas o cien ovejas, similar a la que surcó el Esla en Bretocino y, después,
hacia 1962, el Órbigo en La Ventosa. Otras embarcaciones eran más pequeñas y
solo transportaban caballerías, cabezas de ganado o pasajeros, pero no carros,
como la última barca que cruzó el Órbigo entre Fresno de la Polvorosa y Pobladura
del Valle hacia 1966.
El declive de las barcas. En los Valles de Benavente, una de las
obras públicas mejor representadas entre finales del siglo XIX y la primera
mitad del siglo XX fue la construcción de puentes. Entre otros, destacan los de
Santa Cristina, Santibáñez, Micereces y Mózar, lo que condujo inevitablemente a
la desaparición de las embarcaciones. La construcción de puentes conllevó el
declive y la desaparición de los pasos de barca.
Las últimas barcas de los Valles de Benavente. En el Órbigo: En la
segunda mitad del siglo XX continuaron activas algunas barcas, dada la ausencia
de un paso fijo y seguro. Fue el caso de la barca de La Ventosa, entre Santa
Colomba y Benavente, que estuvo activa hasta la construcción del puente, -cuyo
inicio tuvo lugar en 1953-. El paso móvil fue recuperado cuando en 1962, una
crecida del Órbigo se llevó parte del puente. Por su parte, la de Pobladura del
Valle a Fresno de la Polvorosa navegó este tramo del río hasta la entrada en
funcionamiento del puente en 1966. En el curso bajo del Tera, las últimas
embarcaciones que estuvieron activas hasta finales de la década de 1960 y
principios de los setenta fueron las de Pumarejo- Camarzana y la de
Calzada-Calzadilla, respectivamente. Por esta misma época dejó de prestar servicio la barca (de cable y rodillos), entre Olmillos y Milles, frente al molino de esta última localidad. El paso del Esla entre Bretó y Bretocino
mantuvo una barca grande, (de varal), hasta los años sesenta del siglo XX, mientras que una
más pequeña o "chalupa" continuó navegando hasta la construcción del
puente en 2002.
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La
Barca de Bretocino y el último barquero (1)
Desde
los más remotos tiempos en que los primitivos pobladores de la península
recorrían el territorio en grupos de tribus nómadas buscando el sustento en la
caza y en la pesca, que le proporcionaban las orillas de los ríos de vegetación
exuberante y abundante y variada fauna, en su avance hacia otras tierras y
asentamientos, utilizaban medios simples y sencillos para pasar los ríos, como
podían ser troncos de árboles y vados de
poca profundidad.
Se podría asegurar que, junto a
los cauces de los ríos Esla, Órbigo y Tera, y su entorno, en ésta comarca,
siempre existieron y existen pasos a pié en tiempo de estío, y mediante barcas
de paso en todo tiempo.
“Hasta mediados del siglo XIX las barcas
de paso fueron propiedad de la nobleza, del clero y de los bienes de propios de
los concejos. De ahí que los barqueros fueran arrendatarios o asalariados. A
partir de la Desamortización, las barcas del clero y de los bienes propios de
los concejos salieron a subasta y fueron adquiridos por particulares”.
Claudino Domínguez Antón (1929) tiene el
honor de haber sido el último barquero entre Bretó y Bretocino, localidad donde
nació y reside. “Teníamos una barca
grande para transportar el ganado y las mercancías, que aguantaba hasta 6.000
kilos, y otra para llevar y traer a las personas que llamábamos “chalupa” de unos 1.000 kilos”, explica Domínguez, quien
continuó en la década de los sesenta del siglo pasado el trabajo iniciado por
su padre Enrique Domínguez, que desempeñó este oficio desde los años treinta
del pasado siglo XX, cuando tomó el relevo al barquero Víctor de Bretó, que
había cumplido con la labor de llevar y traer gente de una orilla a otra, y de
este modo, generación tras generación, siempre hubo un barquero en el lugar.
La
construcción de las barcas fue siempre competencia de los carpinteros del
pueblo, en Bretocino estaba Francisco Dueñas “el carretero”, construía embarcaciones, carros y todo lo
relacionado con la madera, había trabajado con artesanos de Villafer donde construían embarcaciones, que luego él
continuó haciendo para los barqueros de esta zona. Aunque con las chalupas que eran más pequeñas,
se atrevía el propio barquero. Se trataba de embarcaciones de madera de álamo o
pino, puntiagudas tanto en la proa como en la popa.
Al comienzo de
los años 50 s. XX, se botó una nueva barca que contó con ceremonia de bendición
por parte del párroco del pueblo, y una madrina, escogida entre las niñas de la
escuela, y se le puso un nombre a la embarcación.
La barca se propulsaba con un varal que
hábilmente manejaba el barquero y viaje tras viaje alcanzaban la orilla
contraria las gentes del lugar y también
animales, carros enteros y mercancías de
todo tipo.
En otros
lugares y otros ríos de menor anchura, en vez de varal o pértiga de apoyo para
avanzar la barca, tenían instalado un cable de acero tensado sujeto a ambas
orillas del río, la barca contaba con unos rodillos verticales y giratorios
montados en un lateral que al deslizarse y rozar el cable impulsado por el
barquero, empujaba la barca hacia adelante. Así funcionó entre Olmillos y
Milles, junto al molino en el río Tera, y en el Órbigo entre La Ventosa-Benavente y Santa Colomba de las Monjas.
La barca
prestaba servicio todos los días y a cualquier hora. Si por casualidad el
barquero no se encontraba en la orilla, bastaba con silbar o “dar una voz” para
que éste se acercara a la orilla desde su casa, cerca de la iglesia de
Bretocino, o desde una huerta que junto
al puerto de la barca cultivaba. Uno de
los momentos del día en el que se hacían más viajes era con la llegada y
partida del tren desde Santovenia, aunque no era el único momento de “tráfico
acuático”, los días de fiesta en los pueblos de la zona, los chicos y chicas de
las diferentes localidades también usaban la barca para poder acudir al baile.
Por los años
cincuenta del pasado siglo sin apenas vehículos particulares, este modo de
trasporte comunicó habitantes de comarcas y pueblos de ambos lados, usuarios habituales eran la
pareja de la Guardia Civil con sus mulas o bicicletas, el maestro de la zona,
el cartero, curas, médicos y representantes de las administraciones, también
los sufridos afiladores que llegaban de
Galicia con la rueda de afilar, estampa muy corriente y que ofrecían sus
servicios en todas las poblaciones zamoranas.
Para mover las embarcaciones el barquero
clavaba el varal con punta de hierro en el fondo y cargando la fuerza de los
brazos y el cuerpo sobre él lograba que la barca avanzara metro a metro. Con
uno, o dos barqueros si había alto caudal, temporal y oleaje, era suficiente
para navegar.
Tanto
Claudino, como su mujer, aseguran que el año que más se utilizó la barca para
cruzar de un lado y a otro del Esla fue
en 1945, el llamado “Año ruin”, y en
general durante toda la Posguerra. “La gente de esta zona iban a buscar pienso
a Tierra de Campos y los de allí llevaban de ésta zona sobre todo patatas”,
asegura Domínguez.
Claudino Domínguez
todavía recuerda el frío de los inviernos, una estación difícil para todos,
transportados y barqueros, cuyas manos heladas apenas permitían mover la vara
empapada de agua helada. Pero la responsabilidad y sacrificio de Enrique y
Claudino, padre e hijo, se sobreponía y la necesidad de ganarse la vida
permitía sacar fuerzas de donde se podía.
El uso
generalizado de los coches comenzó a marcar el declive del sistema de
comunicación centenario de la zona.
Cuando se inauguró el puente entre Bretó y Bretocino el 11- 04-2003, Claudino Domínguez hacía ya un tiempo que
había dejado la barca por falta de usuarios y aún recuerda que los últimos
viajes se cobraban a cinco pesetas.
Le preguntamos
su opinión sobre el nuevo puente. “Estoy
encantado, la verdad es que me da mucha alegría, porque está justo donde
nosotros pasábamos la barca, será un gran avance y muy deseado por todos,
porque fue algo que siempre pedimos”
Las dos
barcas, primero la grande y luego la chalupa, se perdieron para siempre en el
inmenso río que forman los años. (1) J.I. Martín
Benito, Oliver Pino, Carolina Guerrero y
Francisco Gallego).
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Íter ab Emérita Astúricam o Vía de la
Plata
Francisco
Gallego Dueñas
(Un camino de leyenda)
En la Hispania Romana, el camino o calzada que
unía Mérida con Astorga era un trazado que cruzaba el Oeste de la Península
Ibérica, de Sur a Norte. Calzada construida por los romanos sobre anterior
itinerario, usado por los primitivos pobladores de la Península desde la
prehistoria, tartesios, griegos, fenicios y cartagineses de Aníbal. Las
distancias se marcaban con columnas (miliares)
de piedra de cantera labrada con los nombres de los emperadores romanos
respectivos, junto al número de millas recorridas, construyeron puentes para
vadear los ríos, algunos aún hoy se mantienen en pié, allanaron obstáculos,
hicieron terraplenes y desmontes del terreno, y empedraron la calzada en buena
parte del recorrido. La calzada contaba con poblados y edificios llamados “Mansio”, posadas para descanso y
pernoctar, los “Pretorium”, edificio
del comandante de una fortificación romana o cuartel de la guardia, y los “Castros”, campamentos militares. Después
de los romanos, los vándalos, suevos, godos y visigodos también transitaron por
esta vía. Con la invasión musulmana de la Península, los árabes llamaron a esta
vía, Al´balat o Bal´latta, palabra
que usaban para designar una vía ancha y empedrada o camino empedrado, este
parece el origen etimológico de la denominación “Vía de la Plata”, una corrupción,
o confusión fonética de la palabra Bal´latta.
Moros y cristianos convirtieron en campo de batalla esta vía a lo largo de
casi ocho siglos de reconquista. Almanzor y sus huestes subieron hasta
Compostela y la destruyeron. Fue camino de reconquista para los ejércitos
cristianos en su avance hacia el Sur peninsular, en sus aledaños se iban
asentando monasterios, poblando ciudades, y comienzan a edificarse catedrales,
quedando definitivamente abierta como ruta de peregrinos cristianos y mozárabes
hacia Compostela. En la Edad Media cobra suma importancia como ruta ganadera de
rebaños y pastores, “La Mesta”,
agrupación gremial de ganaderos practicando la trashumancia por la Cañada Real
de la Plata, que en muchos tramos coincidía con la Vía de la Plata. Este ha
sido un camino de encuentro étnico e intercambio de culturas desde los albores
de la historia hasta nuestros días.
El trazado histórico original. Existe
en los pueblos por donde pasó la primitiva e histórica Vía, la voluntad de
recuperar los trazados que aún se conservan, potenciando su valor cultural y
turístico y rescatar del olvido los otros tramos que con el paso de los tiempos
apenas quedan indicios de su existencia, convertidos hoy en terrenos de
cultivo, caminos rurales y acequias, o enterrados con la construcción de
carreteras y autovías, deberían señalizarse, colocar miliarios, y paneles
explicativos sobre lo que significó la Vía de la Plata en todo su recorrido de
Mérida a Astorga, como una atrayente opción turística, por la monumentalidad de
sus ciudades, verdaderas joyas artísticas, teatros y anfiteatros romanos, arcos
y puentes, templos, monasterios, catedrales, sin olvidar la gastronomía, y el
paisaje.
Son muchos los intelectuales
comprometidos en esta causa, que junto a los regidores de todas las poblaciones
de la Vía de la Plata, reivindican la recuperación de esta vía de historia,
arte y leyenda como gran patrimonio de España y de la humanidad. No debe
confundirse la Vía de la Plata, con
la Ruta de la Plata o carretera nacional 630, ni con la Autovía Ruta de la
Plata, Gijón – Sevilla, que aunque discurren próximas, la integran ciudades que
nada tienen que ver con la calzada romana histórica de Mérida a Astorga.
Aquí en
estas tierras benaventanas, la calzada hacia Astorga asciende junto al río Esla
por la margen izquierda desde
Castrotorafe, Moreruela, Bretó y Villaveza del Agua.
En
este lugar, varios autores defiende la existencia de un
paso del río Esla desde época romana, mediante una calzada que formaba parte de
la Vía de la Plata, y un puente que cruzaba el Esla entre Villaveza del Agua y Arcos de la
Polvorosa, en el lugar de “El Priorato”, puente que parece que quedó destruido en la
Edad Media.
También se le denomina Puente
de Deustamben, por ser Petrus
Deustamben, al parecer, quien construyó o reformó dicho puente (1140?), y
que perduró hasta el S. XIV, posteriormente se utilizó el paso con barca en
este lugar.
En esta
zona de "El Priorato" se descubrió en
1985 un miliario de granito, de la época de
Nerón, que marca CCLIX millas,
cerca de 383 Km. que son justamente los
que se cuentan desde Augusta Emérita hasta
allí. El miliario original, se conserva en el Museo de Zamora, pero hace pocos años, en la remodelación de la plaza
de Milles, se ha instalado en ella una réplica del miliario.
Desde
aquí la Vía seguía por las fértiles y polvorientas vegas de Santa Cristina de
la Polvorosa, Manganeses de la Polvorosa, Alija del Infantado, siempre al oeste
del Órbigo hasta Astorga.
Aquí
tuvo lugar en el año 878, la famosa batalla
de Polvoraria. Alfonso III tiene que hacer frente a las ofensivas del
príncipe omeya al-Mundhir, hijo del emir cordobés Muhammad I, que provocan
continuos enfrentamientos entre el 875 y el 883. Sus primeras incursiones
tuvieron lugar en León y el Bierzo, pero fracasaron. La contraofensiva astur se
salda con la toma de Deza y Atienza. La respuesta musulmana no se hace esperar,
en el año 878 al-Mundhir dirige sus
tropas de nuevo hacia León y Astorga, mientras que Salid ben Ganim llega hasta
el Órbigo.
El
Rey Magno, sin esperar a que ambos ejércitos se unan, sale al paso del segundo,
a quien derrota en la batalla de Polvoraria, lugar situado en la confluencia de
los ríos Órbigo y Esla.
Las fuerzas militares de ambos se encuentran en El
Mato junto a la desembocadura del Órbigo en el Esla, donde, después de una
terrible y encarnizada lucha, logran la victoria las huestes asturianas
cristianas. El nombre de El Mato parece que es debido a lo cruenta que fue tal
batalla.
Las tropas musulmanas, tras cruzar el puente sobre
el río Esla entre las localidades de Arcos y Villaveza, continuarían por la margen derecha del río Órbigo camino de Astorga. Estas
caerían en una emboscada de Alfonso
III a las faldas del monte de Socastro, en un ataque que desembocaría en una histórica
derrota de los moros, según el
historiador Sánchez-Albornoz. Crónicas posteriores magnificarían las bajas entre las
filas musulmanas, citándose incluso 12000- 13000 muertos.
El historiador Sánchez Albornoz nos narra así esta
epopeya medieval:
“Lejos todavía de la tierra habitada por cristianos y
sin medios de información bastantes para conocer en el desierto los movimientos
del monarca de Asturias, caminarían los sarracenos descuidados por los campos
yermos y polvorientos que llamaban Polvoraria los cronistas, cuando del encinar
vecino de Socastro saldrían de repente, impetuosas, las vanguardias de astures
y gallegos. En un momento ocuparían estos el puente debajo hacia la espalda y
el de Santa Cristina, por el que hubiera podido escapar de los cristianos
atravesando el Órbigo. Antes de que las huestes musulmanas se organizaran en
orden de combate, los fieros soldados del príncipe cristiano las empujarían
hacia el río, y aunque algunos lograron vadearlo, según refirieron después los
vencedores, hasta trece millares de muslimes fueron acuchillados en los prados
de El Mato junto al Órbigo”.
Al Mundhir
se retira, pero Alfonso III le intercepta en el valle de Valdemora, donde le
derrota.
El emir Mohammed se vio obligado a pagar rescate y a firmar una tregua de tres años; Era la primera vez que Córdoba pedía la paz.
El emir Mohammed se vio obligado a pagar rescate y a firmar una tregua de tres años; Era la primera vez que Córdoba pedía la paz.
Cuenta una leyenda que tiene su
origen en este hecho de armas y mantenida en la tradición cristiana de estas
tierras, que la victoria en El Mato, de Alfonso III de Asturias, sobre las
tropas del Califato de Córdoba, solo fue posible gracias a la intervención de Nª.Sª. la Virgen María, quien
apareció sobre el puente, con su Hijo en brazos, arrojando piedras sobre los
agarenos, hasta que estos se retiraron vencidos en la contienda. De ésta
tradición nace la advocación de la Virgen
de la Vega como patrona de Benavente.
Francisco Gallego Dueñas
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La
popular y famosa orquesta de Bretocino (1)
Su principio fue allá por el año
1927. Dos hermanos naturales de
Bretocino, Francisco y Máximo de 14 y 12
años respectivamente se sintieron
atraídos por la música de baile y pasacalles, y sin dilación buscaron un
maestro que los pusiera en camino. Y sin
más comienza el aprendizaje de dulzaina y caja.
La dulzaina que le entregaron
era antiquísima. Sin llaves, más bien parecía un caramillo que un instrumento
de música. La caja, vieja y ferruginosa
sin bordonera, y parches de nonato sin pulir, parecía un pandero pastoril.
A pesar de su mala instrumentación, empieza a cundir la buena fama de
los músicos aficionados que por su corta edad eran llamados cariñosamente “Los Chicos”.
Han pasado muchos años y Máximo es relevado
en la caja por otro hermano llamado José, ejerciendo ambos indistintamente y a
la vez. Todos se dan cuenta de su
desfasada e inservible instrumentación y compran nuevos aparatos, a saber: una
maravillosa caja nueva, con aro y arquillos dorados, con ocho tornillos también
dorados para tensar los parches cristalinos, que causaron el entusiasmo del
público por el sonido agradable y dinámico que producía este instrumento.
A la vez que la caja, fue comprada una dulzaina con todos los adelantos
técnicos de la época, con ocho llaves con la escala cromática. Era un instrumento fabricado en mi bemol, diapasón brillante, con una
tesitud de dos octavas, dando facilidades para poder ejecutar cualquier
composición, por muy alterada y tergiversada que estuviera.
Al poco tiempo de esto se anuncia concurso de dulzaina en Benavente, con
motivo de las fiestas de Nuestra Señora de septiembre. Y el primer premio fue
ganado y concedido a los dulzaineros de Bretocino, lo cual hizo que su fama
siguiera creciendo imparablemente.
Y para no quedarse estacionados, compraron una batería nueva, que fue otra
novedad más que añadir a su preparación orquestal. Y es aquí cuando definitivamente esta
agrupación musical toma el nombre “Orquesta Los Bermejo” por entrar a
formar parte de ella otro hermano llamado Juan Manuel, que con un nuevo
instrumento reforzará el poder musical de dicha orquesta. El instrumento que se
une es un saxofón alto en mi bemol,
diapasón brillante, medio sistema y marca Couesnon
francés, que fue lo que se encontró en venta y por creer que es el aparato que
mejor se amalgama a la dulzaina.
Como hemos visto que con esta orquestación la fama de “Los Bermejo” se difunde con gran profusión por todos los ámbitos regionales, no se podía pensar en mejor preparación orquestal, y se agregó un extraordinario acordeón de piano, con lengüetera en acero fino que hace que sus voces sean como el terciopelo, suaves, dulces y cautivadoras.
Desde este momento, nuestro trabajo no fue solo en plazas, pasacalles y salas de fiesta. Nuestro mejor uso fue la Iglesia. Empezamos con plegarias a la Virgen y música religiosa copiadas de un cancionero religioso, para caer de lleno en las misas gregorianas y finalmente en la Misa Coral de Pio X, que fue la culminación de nuestras ilusiones religiosas, y la admiración de la gente, al Oír cantar esta misa.
Después de esto, la Orquesta se va reforzando incluyendo un nuevo miembro, un sobrino de todos los componentes, llamado Pepín, con un saxofón tenor de la fábrica de instrumentos de Barcelona Montserrat, instrumento de extraordinaria belleza artística, está en si .
bemol, con gran técnica de sonido tanto en las voces llamadas suaves y
cautivadoras, como en las dinámicas, brillantes y destacadas.
Ahora nuestra forma de trabajo ha cambiado, hemos dejado el unísono para entrar en dúos y voces diferentes y arpegios
en nuestros acordes, preparados por buenos arreglistas, que hacen que nuestro
colorido musical tenga otro tono más alarmante y vistoso.
Y así nuestra fama ha llegado a la cumbre de los grandes de la región. Diariamente llegan a nuestra casa cartas con solicitudes de trabajo, que no se pueden atender todas porque hay más festejos que días.
Nuestro trabajo se extiende por las provincias de Zamora, León y Valladolid, y varias solicitudes de otras provincias de nuestra comunidad que no fueron atendidas por no haber buenas combinaciones de tráfico. Pero nuestro camino sigue, y es ahora cuando nuestro sobrino Pepín deja la orquesta para dedicarse a otra profesión, ocupando su puesto su primo Lupi, llamado así en honor al gran maestro de música y director de la “Banda de Benavente” Don Lupicinio Giménez, por haber sido dicho maestro profesor de música de “Los Bermejo”. Siendo este nuevo miembro sobrino de los componentes de la orquesta e hijo de Juan Manuel. Lupi ocupa el puesto de Pepín, con el saxofón tenor, y también será el cantante de la agrupación musical y se hará cargo de la dirección del templete, que debido a su gracia y donaire defiende con agrado y simpatía del público.
Hasta aquí todo ha sido parecido, y así seguí algunos años, con buen agrado del público y buena eficacia de esta música, que como todo tiene su fin. Y así deja su trabajo esta popular y famosa “Orquesta de Bretocino” por estas tierras de nuestra región. Se van allá por la década de los 70, pero dejan el recuerdo indeleble de sus agradables melodías, llevándose el cariño inolvidable de todas sus gentes.
(1)
Juan Manuel Bermejo. Publicado en La Voz de Benavente y Comarcas, 20-05-2004